31/12/2007

EL DESPEDIR Y RECIBIR EL AÑO EN LA MONTAÑA VASCA


Existe en la sociedad tradicional, y sobre todo en las actividades que
entrocan con la tierra, costumbres ligadas a un pasado en muchos casos
lejano, en otros, como este que nos ocupa, no tan antiguo.

Actualmente somos muchísimos miles de vascos los que tanto el 31 de
diciembre, San Silvestreando, como el 1 de enero, empachados de burbujas
e ilusión, los que coronamos alguna de las montañas más importantes de
nuestra geografía.

Ofrecen un saludo ritual al año que acaba los que ascienden en día 31,
último día de los que contiene el calendiario cristiano, y otro al
venidero, al que ha entrado escasas horas antes de que hayamos coronado
cualquier cumbre. Dicen los etnógrafos que la petición más común en
estas rogativas particulares e individuales es que el año sea próspero,
que así sea... que sea año de Paz...

La referencia más antigua en utilizar esta práctica montañera para
despedir o saludar al año data 65 años atrás. En 1953 se cita como los
Vitorianos ascienden al monte Zaldiaran y también como en 1930 los
Donostiaras lo hacen con el Adarra.

La práctica del montañismo como deporte comienza su vida pareada con la
constitución de la Federación Vasca de Montaña, año de 1924, aunque
anterior a esta fecha ya se habían realizado expediciones. La primera
que subió a Gorbea fue de 1874, todavía le faltaba a esta divisoria de
aguas entre Alava y Bizkaia 27 años para que instalaran su primera Cruz,
la Cruz de Gorbea (inaugurada el 12 de noviembre de 1901).

Como suele escribir año tras año en el rotativo Deia mi colega Santiago
Yaniz, experto periodista montañero, es ya tradición que cada capital
vasca tenga su monte oficial, su cima de nochevieja o año nuevo, donde
acudimos los que profesamos devoción por esta actividad andarina y
aventurera. Para muchos una sana manera de recuperar la resaca o para
encontrarnos con nuestro paisaje más admirado.

Así que los de Bilbao ascienden al Pagasarri y algunos después al
Ganekogorta, distante media hora uno de otro. Los Donostiarras suben al
Adarra, los Gasteiztarras al Zaldiaran, que porta otra altiva Cruz,
desde la vieja Iruña coronan al pico y fuerte de San Cristóbal, en los
pueblos de la comarca navarra de Sakana hacen cumbre en el Beriain,
conocido popularmente por San Donato (y San Cayetano) debido a la
advocación de la antiquísima y preciosa ermita que se sitúa en la cumbre
aplanada de este vigía navarro. A la Cruz de Gorbea llegan de todas
partes de Euskal Herria, pero logicamente predominan los vecinos de los
valles anexos a dicha montaña, tales como Arratia, Nervión-Ibaizabal,
Zuia, Zigoitia, Laudio-Llodio y Amurrio. Desde Estella-Lizarra suben al
Zirauki, desde Tolosa al Uzturre, desde Azpeitia y Azkoitia al Ernio,
otros muchos Gipuzkoanos recibien el año en el Aitzkorri, serpenteando
la maravillosa campa de Urbia.

Una vez coronado el objetivo, suele ser usual descorchar una botella de
cava, compartir turrón, amenizar la llegada de otros monañeros con
villancicos y hasta tirar cohetes y petardos de feria.

Recojo un dato del periodista José Vivanco (diario Gara) que cita como
2.000 montañeros hacen cumbre en el Adarra (Gipuzkoa) en 2001. Mi
cálculo sobre la Cruz de Gorbea es que llegan más de 3.000 tanto el día
31 de diciembre como el 1 de enero.

Lo más mágico dentro de este rito es recibir el año observando amanecer
en cualquier cima, esto ya pasa hasta al punto de místico. Yo mismo lo
he comprobado unos cuantos años, incluso subiendo sólo las dos horas que
distan del campamento base en Pagomakurre hasta la Cruz de Gorbea sita a
1.482 m de altitud sobre el nivel del mar, saliendo a las 3:30 de la
madrugada en una noche tan fría como cualquiera de las de San Silvestre
que nos vengan al recuerdo.

No obstante creo que, sinceramente, la moda de ascender estos dos días a
tan significativas cumbres está ligada a la llegada de la democracia en
España, años antes de que terminara el régimen fascista de Franco ya
subían algunos vascos a sus cumbres a ondear las ikurriñas al viento,
algo que pagabas con cárcel si eras descubierto. Y no hablo de épocas
lejanas, no, hasta 1.975 estuvo vigente esta práctica.

Por esto opino que la tradición como tal es moderna, tiene 30 años,
algunos lugares con mayor antiguedad, muy pocos. Con la muerte del
dictador se acrecienta el ansia de libertad y aflora con más
contundencia en la población, los montañeros siempre hemos estado con el
susurro del viento, con la libertad.

Sin duda que la magia de la noche de San Silvestre ayuda a que este rito
sea un tanto especial y cada año sean más los que se apunten a recibir o
despedir el año calzándose las botas y haciendo una cumbre. Cuentan que
antiguamente se recibía al año, lo que hoy día denominamos las
campanadas, cogiendo agua de fuentes y manantiales en cada pueblo, era
purificador. Todavía en el bello municipio de Urdiain, Navarra, lo
hacen. Es una carrera de mozos con la primera agua recogida del caño en
año nuevo, a las 00:01 h, teniéndolo que llevar hasta la casa del cura
sin derramar gota alguna. El que primero llega se lleva una suculenta
tarta que le espera para su buen degustar.

Son muchos los Clubs de montaña en Euskal Herria que tienen en su
calendario anual la salida a colocar y retirar un belén navideño en
algún lugar de nuestra geografía. Lo usual suele ser que asciendan el
día de nochebuena para instalar dicho belén y quitarlo el día de la
Adoración de los Reyes Magos.

Para terminar y honrando el trabajo de los Gernikeses citar otra
preciosa manera de acabar el año, con las llamadas ³Marijesiak². Nueve
noches anteriores a la de San Silvestre salen a las cuatro de la mañana
un nutrido grupo de vecinos que recorren las frías calles de la villa
foral cantando coplas navideñas en euskera que relatan episodios de la
Historia Sagrada, esto lo repiten por segunda vez a las 8:00 de la
mañana de cada día.

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